Hasiera > Artikuluak > 2004 > Revuelta aborigen (2004-02-26)
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Jakue Pascual - Sociólogo

Revuelta aborigen

Los didgeridos suenan profundos en las entrañas de los sueños de los gigante wandjinas. El sol anuncia su potencia sobre la tierra roja de Uluru, en la negra Australis. Seres humanos declarados inexistentes. Arrenrte, Yolngu, Meria, Murri, Koori, Yapa... que desmienten como orgullosos boomerangs la terra nullius. Una historia de crueldad genocida de la que ellos son memoria viva. Este es el sustrato desde donde se deben leer los acontecimientos que han sacudido el barrio de Redfern, el corazón aborigen de Sydney.

Durante los cien primeros años de colonización británica la población autóctona fue diezmada hasta casi extinguirse. Las personas fueron cazadas como alimañas. Matanzas como Myall Creek, Fighting Hills o Jaburra dibujaron un horror sin límites que fue continuado con las «leyes de protección»; una serie de medidas de explotación, segregación y asimilación racial vigentes hasta la década de los anos setenta del siglo XX. Los niños fueron robados, produciendo, un irreversible trauma en la sociedad aborigen. Mientras, los conservadores se niegan a pedir perdón, no sea que se reclamen indemnizaciones y restituciones de tierra rica en pastos y metales.

Esta es la Australia aborigen, un dos por ciento del total de la población. Pobres; escasamente escolarizados; un tercio está en paro; el alcoholismo, el suicidio y las enfermedades están a la orden del día y su promedio de vida es hasta veinte veces inferior que el de sus conciudadanos blancos.

Mientras, incrementa la cantidad de presos aborígenes, el sistema judicial continúa separando niños de sus familias y suponen la mitad de los recluidos en centros de menores, habiendo sido detenidos alguna vez por la policía el cincuenta por ciento de los jóvenes, llegándose a internarlos porque sus padres no pagaron las multas que les adjudicaron por no llevar casco cuando montaban en bicicleta. Algo de esto le sucedió a Thomas Hickkey. Huyó por miedo a la policía, a que se lo llevaran. Y la violencia estalló en torno al Block, centro neurálgico de la autogestión y la identidad aborigen, tras una noche donde los helicópteros violaron el luto. Una historia que al desplegarse en espiral desvela tramas ocultas, de connivencia policial y justificaciones políticas, para expulsar a los aborígenes de una zona depauperada muy codiciada por las inmobiliarias.

El problema indígena funde los orígenes con la realidad social de la historia presente. La solución pasa por su autodeterminación a fin de proteger los lugares donde las hormigas verdes danzan sueños magnéticos.

 

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