Hasiera > Artikuluak > 2003 > Sepultureros de la historia (2003-08-28)
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Jakue Pascual - Sociólogo

Sepultureros de la historia

La emancipación proletaria sólo puede ser efectuada como clase. Con este axioma Marx otorgó prioridad a la estrategia del movimiento frente a la táctica de partido. Y esto es lo que ha sucedido a escala en Puertollano cuando la tierra tembló con la explosión del pasado 14 de agosto en Repsol YPF, llevándose la vida de seis trabajadores y dejando en evidencia los graves problemas técnicos y de seguridad que afectan directamente a los operarios de la refinería y a sus familias.

La estructura de la clase obrera ha mutado radicalmente. Se ha fraccionado, se la ha movilizado, ha quedado desregularizada y tiende a convertirse en inmaterial. Entonces la pregunta es: ¿por qué los trabajadores de las subcontratas autonomizan su movimiento y se convierten en vanguardia de la lucha mientras los sindicatos llaman a la conciliación de posturas entre ellos, la empresa y los partidos? Y he aquí la respuesta: porque no se sienten representados por las centrales obreras mientras se juegan cotidianamente el pellejo dadas las precarias condiciones de seguridad con las que trabajan.

La tabla reivindicativa es lógica e incluye elementos básicos de seguridad laboral y protección del medio, pero lo que no aceptarán nunca las estructuras formales es que pueda írseles de las manos el control de la situación, como cuando los jóvenes operarios de las subcontratas se han declarado en huelga de manera autónoma. Por eso, el movimiento inicial de los sindicatos ha sido doble: Inmovilizan al personal fijo, al obrero clásico, sobre quien efectúan un férreo control basado en el chantaje de la permanencia del puesto de trabajo. Y realizan un llamamiento publicitario, donde plantean aunar esfuerzos con la patronal y las instituciones ante la grave situación creada, justificando la existencia de unas estructuras que se han mostrado ineficientes. Mientras, el segundo paso ha implicado dejar transcurrir el tiempo para que las amenazas de represalias, junto con el perjuicio de la ausencia de salarios, hagan mella en el proletariado joven obligándolo a deponer su actitud. Y el tercero supondrá neutralizar a los portavoces, dividir al movimiento y dar cobertura a una serie de medidas correctoras de una seguridad que hasta ahora no ha sido más que un puro camelo.

El nuevo proletariado está ahí, no hay más que verlo en su lucha. Por ahora sólo implica a una parte de la totalidad de la clase obrera y además se halla tremendamente fragmentado. Pero de él va a depender que las obsoletas formas organizativas, que no lo representan como sector emergente, acaben en el estercolero de la historia.

 

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