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Jakue Pascual - Sociólogo

Rock en la Casbah (remíx)

Es la hora de los perritos falderos, de aquellos que pretenden salvar su statu quo alineándose incondicionalmente con los poderosos sistemas de destrucción. Así, no es de extrañar que la censura se haya impuesto en el mundo. La recomendación del gabinete de crisis y guerra de los USA es clara: no se debe informar de nada si antes no pasa por sus manos. De lo que se trata es de protegernos de los muertos, de la violencia que éstos traladan a las imágenes. La censura nos deja ciegos y, ahora, también sordos. La MTV envía una circular a sus empleados instándoles a suprimir cualquier referencia a la guerra: no podrá aparecer en antena ninguna banda de música cuyo nombre, tema o video tenga que ver con la misma. B-52, U2 o Madonna son sospechosos por inducir al pensamiento bélico.

De esta manera, la comodidad de la clase media queda circunscrita en la asepsia de las relaciones no problemáticas que proyectan egos henchidos de lentejuelas ajenas y miden las respuestas en términos de posesión: mi coche, mi chica, mi desengaño... Una operación que reduce a pura abstracción cualquier tipo de interacción social viva por muy básica que sea, hasta la de compartir un polvo.

Y aquí reside el Triunfo de la Operación de la que, de la nada, surgen los famosos. El mito de la genialidad retorna. Cualquiera puede acceder al estrellato siempre que haya sido seleccionado tras cumplimentar un perfil previo de hipotético impacto en la audiencia y apuntarse a un master en bricolaje artístico. Una relectura de la socialización punk del «cualquiera puede hacerlo», según la cual sólo «algunos» llegan a la cumbre del espectáculo. La diferencia entre ambos planteamientos es clara. El primero elimina el arte como categoría separada de la vida, mientras que la reaccionaria ingeniería Disney del sengundo, con sus ñoñas y engoladas composiciones, presenta como prioritaria la consecución de un objeto de deseo, el éxito, disociándolo de manera totalitaria de las relativas condiciones reales de existencia.

La guerra no existe en la música. Tampoco la denuncia. No hay muertos en el rock, no vaya a ser que la gente hable de las bombas de racimo. Este es el estribillo de una canción que no saldrá en la MTV: «Guárdate de los media/ y de su régimen de censura./ Come basura y mutarás en cretino/ No esperes que las ranas críen pelo en Operación Triunfo./ Es un buen día para bailar el rock&roll del príncipe calvo/ Mañana los marines pasearán sus M-16 por entre los cadáveres/ y tú, sí, tú, verás las deflagraciones sentado ante el televisor/ Entre anuncios de McDonald's».

 

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