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Artículo escrito en la sección Iritzia de Gara el 30 de noviembre del 2000

Jakue Pascual – Sociólogo

España es una tómbola, tom, tom, tómbola

Decir que el mundo se ha vuelto tonto es nadar contracorriente. Lo que sucede es que algunos nos hemos convertido en extraños a la masa donde está el secreto e idiotas por no ver la tele. Pero malos analistas seríamos si creyéramos estar instalados en la verdad por criticar el famoseo. En realidad, la perplejidad sólo muestra la ignorancia de la que hacemos gala, al no enterarnos de lo que en la cotidianeidad se entreteje, mientras millones de personas jalean a los nuevos héroes del proletariado.

¡Ya sé!, ya sé, que el proletariado no existe, los progres que están a lo más in me lo han dicho; pero a uno le queda la duda de que esta aseveración sea errónea, una simple añagaza de los todopoderosos; especialmente cuando se entera de que la madre de Tamara está dispuesta a defender a su hija a ladrillazos y de que Tony Genil y Leonardo Dantés han encontrado, ¡por fín!, el olor de multitudes que un sistema injusto y antinatural de selección al estrellato les venía hurtando, tras bregar con sus tonadas por las mil y una salas de fiesta del extrarradio hispano.

Pero el camino de los paladínes y de las amazonas del espectáculo proletario no es sencillo y está plagado de trampas que tiende la derechona. Se les insulta por ser populares, acusándolos de conformar la 'nueva prostitución', porque no tienen grifos de porcelana y hablan enseñando con amplias sonrisas la boca llena de vete-tú-a-saber-qué en una hamburguesería cualquiera. Y es que en el país del Gran Hermano, donde todos los supervivientes podemos coger el bus del estrellato, todavía hay clases; lo cual -hasta cierto punto- no deja de ser tranquilizador por demostrar que, lejos de toda paradoja, el sistema funciona y concede oportunidades.

Aquel que ante la farándula se instala en la perplejidad, no puede entender el sentido que se halla inmerso en la máxima del "No cambié, no cambié". La ofensiva de la derecha pretende integrar o enterrar una de las armas más contundentes del joven proletariado de las estratosferas urbanas, el "cualquiera puede hacerlo" que ya pregonaban los punks de hace dos décadas. Lo sibilino del caso es que esta vez se ha trazado una delgada línea, difusa pero infranqueable, entre la vedettejet del imperio y el lumpenartistariado, donde todos son parte del espectáculo para los apacibles mirones, pero no de la misma forma. ¡No!, no es lo mismo ser muñeco chochón, ultra, mafioso, adivino, cotilla o cortesana en uno u otro nivel. En un lado trabajan, son empresarios (incluso instituciones nobiliarias) o están enamoradas locamente de ellos, son cultos e inteligentes; pero en el otro la perfidia les puede, viven del cuento, son iletrados, venden su cuerpo por un plato de lentejuelas e instigan a sus vástagos -que tienen una jartá de grasia- a que los retiren.

Un tío que ya no me acuerdo como se llamaba, y que la palmó como vivió (siendo un cascarrabias) decía algo así como que quien espera a la continuación está fiambre porque no actúa. Este no es el caso de una España plena de artístas, que hacen que la vida en la común de las referencias vaya bien y sea una fiesta continua de innovaciones. ¿Cuándo nos hemos divertido tanto como ahora? Nunca, y eso que uno tuvo que socializarse en familia con el recalcitrante "Marcelino pan y vivo", la cursilada del "Corre, corre caballito" y la horterada de "Las flechas del amor", mientras su generación en pleno ponía cara de besugo entonando el "Yo soy rebelde".

Ya lo he decidido: voy a dejar de ser un apátrida mental, compraré un diccionario hispano-miamiano y me sentaré frente a la tele y... ¡a zapear malos rollos y equívocos! Porque no puede ser cierto que en el país de Bill Gattes, el del sol poniente, se pasen semanas contando votos manualmente... ¿o sí? ¿Será que alguien ha abierto la puerta al Necronomicrón de Abdul Alhazred o que la teoría del caos de René Thom se ha cumplido? ¿Lo sabré si espero al siguiente capítulo...?

 

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