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Artículo escrito en Gaztegin el 3 de junio de 1995

Jakue Pascual – Sociólogo

Los ojos del monstruo

Cuando has conocido una posibilidad marcada en el infinito, es muy difícil olvidar el sueño que se ha tocado con las yemas de los dedos. Si has pertenecido a una generación trepidante, enérgética, luchadora, imaginativa y divertida, es muy duro levantar la vista y conocer a los cadáveres de los que está hecho su camino hacia la nada. ¡Mirad la muesca en la pirámide de edades y atreveos a decirme que miento! Y es de esto de lo que quiero hablar, porque lo que llega me suena conocido.

Nietzsche decía que si te asomas al abismo, éste también mirará dentro de tí. Hoy he vuelto a ver al monstruo, es fácil reconocerlo por su mirada amarilla, inyectada en sangre fresca. Un gran poder se eleva desde el averno con un brazo extendido, gamado por un tatuaje.

La infamia es hábil y -cortocircuitada la comunicación directa con informaciones parciales y teledirigidas- políticamente invisible. Lo que muestra son sólo estereotipos: el de los repeinados, sonrosados, vitaminados, asépticos y pulcros, que le gusta preservar como modelo para sus propios vástagos; y el de los bárbaros, contaminados, malnutridos y desarrapados, que detesta hasta la anulante caricaturización y necesita reproducir para salvaguardar la elevada calidad de vida de sus diferenciales retoños.

La nueva sociedad autoritaria se basa en la exclusión de gran parte de su población. El sistema ha desmantelado su modelo de contención, Welfare State, para mantener las cotas de reproducción ampliada del capital. Este proceso afecta directamente a una juventud que, por definición de crecimiento capitalista, debe estar sujeta a nuevas normativas de desreglamentación y regulación. La mitad de la población juvenil vasca está fuera de los mecanismos de producción que le permitirían desarrollar una vida adulta "normalizada".

Cuando se arroja a gran parte de la juventud al desarraigo y a la periferia del sistema, cuando los mecanismos de desinformación individualizante aislan a los sujetos, cuando la competividad parte de baremos distintos para los que tienen y los que no poseen medios con los que adecuarse a unos requisitos de cualificación cada vez más elevados, dada la enorme contradicción existente entre el ejercito de desempleados y lo limitado de la oferta laboral... Cuando sucede todo esto, es que la democracia falla en uno de sus pilares fundamentales, el de la supuesta igualdad de partida (nunca de llegada, dado que un criterio fundamental del orden democrático burgués es el de la salvaguarda de la sacrosanta propiedad privada) que dice garantizar para todos sus ciudadanos.

La proliferación de los muertos por sobredosis, las bandas nazis, el sexismo, la xenofobia, la represión... y sobre todo la división entre los distintos estratos juveniles, responde cada vez más a claves sociales que a las ideologías políticas o a los sistemas de interpretación cultural que le sirven de tapadera. Cuanto antes nos demos cuenta de esto, antes podremos empezar a elaborar el modelo de relaciones que queremos para una Euskal Herria libre*. El monstruo está ahí fuera, sólo la combinación de la inteligencia y el instinto permitirá detectarlo.

 

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