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8.- Mari

¿Qué es lo que sucede para que la potencia de las fuerzas telúricas, que rigen tanto la vida del arriba y de la tierra como de la comunidad de seres iguales (tribus, bandas y sujetos) asentada en el hueco (entre el fuego de las corrientes subterráneas y los tempestuosos e incandescentes cielos), se vuelva inexistente?

La respuesta es libre, pluridimensional. Por eso aquí propondremos una interpretación que conducirá a través de tiempos perdidos hacia hipotéticos futuros, en una trayectoria que anticipamos como múltiple en formas y universos y perpetua en la intercambiabilidad de sus esencias.

Algo más de lo que nos ha llegado tiene que suponer MARI para que su perversión, su vaciado de significados, se convierta en tema central, clave en la imposición de un imperio; como sistema a su vez mediado (controlado), en su reproducción valorativa, por una lógica y una simbólica institucional, religiosa y católica, de poder moral efectivo que perdona la vida u otorga la muerte.

MARI, m-ARI. MU: palabra (H-ITZ) que se hace a sí misma; el verbo se hizo carne (aMa, uMe, eMe: hembra, AR: macho....). M-ari-U: palabra haciéndose materia, monumento, documento, no de edificación sino de paradoja8. MAIRU, antepasado, el que enseña el valor de la comunidad, de la palabra, el constructor de monumentos de identificación entre seres iguales; y de entre todos ellos el que mejor lo ejemplifica es el CROMLECH9: el círculo mágico de representación del infinito y de la nada, de las fuerzas implosivas y expansivas, de la subjetividad y de la comunidad de iguales, el símbolo unitario, anterior a la separación del YIN y el YANG. Un equilibrio cósmico de fuerzas contrapuestas expresadas en el LAUBURU, como condensador genético de la materia y la energía10. De ahí que el poder (MANU), sea el allí (AN-sol) contenido en la palabra, la palabra que ha cazado el arriba. Quien posea esta fuerza se separará de los iguales para ejercer el dominio sobre ellos, ya no tratará con idénticos cósmicos, la palabra que tenga la representación del arriba eterno (espíritu) podrá silenciar su relación de equilibrio con el abajo mortal (materia). Aquí está implícito el principio de KIXMI, del mono, de la copia de Dios, de la institucionalización y de la separación.

La leyenda católica dice que los gentiles (de conducta salvaje, precristiana, "adoradora" de la naturaleza) llamaban KIXMI a Jesús11. Los medios de comunicación de esta época (que entra en un NUEVO ORDEN MUNDIAL: Estado Absoluto, descubrimiento colonialista del salvaje, mercantilismo y apertura de vías comerciales, revolución esférico científica y galaxia Gutenberg) crean una falsificación que oculta el verdadero sentido ancestral del mono de Dios. KIXMI (leído como mono-denonio en su uso medieval) es el que repite, el que caricaturiza, el que representa formalmente en la tierra la separación del cosmos, como si fuera legítimo el poder que se autootorga. Esta separación dará lugar al arriba y el abajo, a la jerarquía entre quien realiza la representación -institución- del cielo sobre la tierra y el mortal que la padece según su ubicación funcional en la escala del artefacto divino, como entidades espirituales y mortales seccionadas en su esencialidad energética (alma) y material (cuerpo).

KIXMI para los antiguos pobladores vascos es simplemente la institución católica de la fuerza del IMPERIO, la representación de un poder totalitario, del diablo, del mal; por eso cuando vieron desde sus montes la cercanía del imperio, sentenciaron que su tiempo, el de los seres humanos iguales y en armonía con el universo que los circundaba, había terminado. El demonio tomaba forma de separación, de poder, de copia de Dios, de jerarquía, de institución, de guerra civil y de imperio. La perversión inquisitorial no duda en tergiversar este contenido atribuyendo a los "salvajes" el término de impíos, de herejes, al no reconocer éstos la síntesis de separaciones entre poder terrenal y el espíritu que la trasciende. Es lógico, por tanto, que el imperio tome forma de verdad impuesta, de INQUISICION, en un instante donde el poder español se ha hecho orbital, siendo la homogeneización cultural (colonialismo) y la disgregación social (excluyente) las mejores herramientas de las que dispone para perpetuar su poder.

El primer punto que la institución católica vilipendia del culto a MARI, como representante ante Dios de la propiedad privada de la tierra, es la identificación concreta del numen con el comunalismo, como forma primitiva de comunismo. La máxima implícita en el mito de MARI casa perfectamente con el dar "a cada cual según su necesidad" y "exigirle según su capacidad". No es tanto una crítica de la propiedad como a la utilización posesa de la misma, ya que la producción que excede a lo que uno necesita debe revertir directamente en la comunidad de los iguales; en ella, todos poseen el derecho inalienable a una subsistencia digna. De lo que se trata aquí es de una relación de intercambio, de donación de lo que excede a la propia necesidad, de POTLACHT (HAR-EMAN: tomar-dar), de desposesión en lo común que es lo de todos12. Por eso la ruptura del equilibrio entre el dar y el tomar situará al tiempo fuera de sus Goznes (ARREMEAK)13, lo sumergirá en el laberinto cambiante de sus formas. El tiempo del capitalismo empieza con la acumulación primitiva su rumbo hacia el desastre; la institución católica es la garante del poder, de la desigualdad en la que se basa la fuerza del imperio, de ahí que deba anular aquello que la cuestione desde la esencialidad del equilibrio comunitario y cósmico (no separado).

La sabiduría ancestral condensada en MARI, enseña que "lo dado a la negación la negación lo lleva"14 ("Ezai emana, eak eaman"; "Ezagaz eta baiagaz bizi emen da"). Nos muestra que faltar a la palabra, al otro, a la tribu, es ser maldito por romper la ley de los antepasados (mairuak). El compromiso con la propia tierra, con los seres humanos fruto de ella, es ineludible. La sidra de Mari es excelente, está hecha con las manzanas que el señor Monte de Ikaztegieta negó a su comunidad.

Por eso D. Diego López de Haro (uno de los muchos de este clan castellano) será repudiado por Mari en la leyenda; ha roto el pacto por el que se comprometía a detentar un cargo simbólico como Señor de Vizcaya, consumando la traición del castellano Alfonso VIII contra los fueros y la INDEPENDENCIA de los vascos (acuerdo de Calatayud de 1198 entre Castilla y Aragón para repartirse Navarra, Alfonso invade el reino vasco por Treviño y Vitoria, dos años después ocupará Alava, el Duranguesado y Gipuzkoa, que serán administrados por el II de la saga mesetaria).

La afirmación del matriarcalismo en Mari, no está en la violencia de la oposición dualéctica y edípica de los contrarios como pretende ver Ortiz Osés15, sino en la autodefensa autoafirmante del propio deseo, en el derecho a elegir la compañía y no en aceptar su imposición ni la violación del mutuo acuerdo. En el caso que nos ocupa, el hecho de santiguarse de D. Diego López de Haro16 frente a su familia (deudora de Castilla), supone un intenso desdén por la cultura y las leyes ancestrales de la tierra (ejemplificadas en Mari-Mairu) con la que ha acordado (pactado) su acogida... ALIANZA DE REEQUILIBRIO SINCRETICO. Mari huirá con su hija a las montañas ("nee umeek zeruako, ta ni oaiñ Muruako", “mis hijos para el cielo, ahora yo para Muru”). Pasa a la clandestinidad para garantizar el futuro de la tierra. Y esto lo sabían muy bien los de la Comisión Internacional sobre la Violencia en el País Vasco en 1986, todos ellos expertos en contrainsurgencia y relacionados con distintos aparatos de Estado y paraestatales, cuando afirman que las mujeres vascas "fomentan una conciencia política y las costumbres tradicionales"17. Este es el problema que plantea MARI para la perpetuación del IMPERIO en su infinidad de formas de división (Roma, Imperio Católico Español o Nuevo Orden Internacional: autorreproducción cambiante en sus formas + ó - cada 500 años), el de la persistencia de una lógica unitaria, entre iguales y en armonía con el cosmos, anterior a la separación que impone el IMPERIO entre cielo y tierra, entre los seres humanos, entre éstos y la naturaleza y entre el hombre y la mujer.

La perpetuación del imperio tiene en la perversa herramienta metodológica e institucional del catolicismo la mejor coartada para efectuar la sumisión de los que antes eran iguales (se autoconsideraban). Pero el camino que sigue no es recto, es sinuoso y sintético (como uso tendencioso y causalista de marcos sincréticos parciales). El catolicismo pretende imponer una creencia separada, vaciando de contenido la referencia ancestral; de ahí la asociación del numen MARI con la Virgen madre de Dios y su seccionamiento del pensamiento animista, holista18, que identifica esta fuerza con la materialización energética, eterna, de lo que va a los antepasados y vuelve de ellos (Mairu, Maide, Mairi, Maru), de la esencialidad básica que conforma el universo de arriba y de abajo. Estamos en el SECRETO hermético, en el holograma del universo19.

Cuando hablamos de MARI encontramos que la atribución que se le hace de ser la constructora de la comunidad, y de la paradoja existente entre la subjetividad radical y la comunidad de seres humanos iguales, queda expresada en los nombres de las piedras. Los dólmenes (Marikutx), los montes (Mariña Mendi) (antenas receptoras de la tierra), las cuevas (Marizuleta, Mariasulo), llevan su nombre. Son los lugares donados y habitados por los antepasados Mairi (Mairietxea: dólmen de Mendibe), Maru (Maruatz-go-kobia: Aretxabaleta, Maruelexa, cumbre del Arrola, antiguo asentamiento), Maide (Maide Korralia: corral neolítico de Alçay), Jentil (Jentilarri, Jentilbaratz, Jentilarri, Jentilbaso, Jentileio). Cuando el imperio carolingio invade Euskal Herria, su paladín Roldán expulsa a los maides, gentiles (habitantes primigéneos), de Zuberoa; y puede que así fuera, pero una retirada a tiempo hacia los Pirineos también puede convertirse en una posterior victoria; Roldán murió en Orreaga a manos de los que son iguales a los maides.

Por tanto, MAIRU no es el vilipendiado "moro" del catolicismo, sino el hombre de otro tiempo que habita entre nosotros, el antepasado, el gentil, el no bautizado (Mairu: niño muerto sin bautismo). Su nombre es el de salvaje, el de <<no civilizado>> por el imperio (Mairukeri). Mairu ha construido las casas fuertes (Irissarry, Donamartea, Larrea...) para la defensa de la comunidad y los dólmenes que los cobijan del paso formal del tiempo. Y nos ha dado el néctar rojo del Patxaran (Mairu-arhan). Pero los Mairus sobre todo nos han legado el círculo mágico, la conjunción entre la nada y el uno y el infinito, entre el yo y los iguales (COMUNIDAD), el CROMLECH (Mairubaratzak, Mairu-Harri, Mairubide, Mairularrieta, Mairularri), símbolo que oculta en sí el sentido de la comunicación, del ser humano, del equilibrio hologramático y móvil de los contrarios (sujetos a tensiones expansivas e implosivas) y de las fuerzas telúricas (LAUBURU). La perversión católica es doble porque su proceso de institucionalización aculturiza y sirve de coartada para la imposición social desigual del Imperio.

Otra de las atribuciones de Mari que se olvidan alegremente, es la capacidad que manifiesta de transgredir las limitaciones espacio/temporales. Mari premia a quienes creen en ella, se les sube a la cabeza. <<Unos viajeros que deseaban atravesar la montaña de Atxorrotx, en Escoriaza, en un instante se hallaron en el término de su viaje>>. También en Dima se cuenta que a <<un soldado del caserío Iturriondobeitia, que se hallaba en el país de moros, fue trasladado en un instante desde lejanas tierras por arte de Sugoi o culebro que vivía en la cueva de Balzola>>. Pero es en el citado Livro dos Linhagens donde mejor se narra esta capacidad de traslación, de ruptura de los condicionantes fenoménicos de espacio temporalidad20.

<<Al cabo de algún tiempo fue este D. Diego López a hacer mal a los   moros, y le prendieron y le llevaron a Toledo preso. Y su hijo Iñigo Guerra pesaba mucho de su prisión, y vino a tratar con los de la tierra de qué manera podría sacarle de prisión. Y ellos dijeron que no sabían manera alguna, salvo que fuese a las montañas y buscase a su madre (la misteriosa dama de la montaña con quien se había casado   don Diego López de Haro) y le pidiese consejo. Y él fue allá solo, encima de su caballo, y encontrola en lo alto de una peña, y ella le dijo: <<Hijo Iñigo Guerra, llégate a mí, porque bien sé a lo que vienes>>. Y él fuése para ella y ella le dijo: <<Vienes a preguntarme cómo sacarás a tu padre de prisión>> . Entonces llamó por su nombre a un caballo que andaba suelto y díjole Pardal, y le puso un freno, y le encargó a su hijo que no le hiciese fuerza ninguna para desensillarle ni para desenfrenarle, ni para darle de comer ni beber    ni herrarle; díjole que este caballo le duraría toda la vida, y que nunca entraría en lid que no venciese, y que cabalgase en él, y que se pondría aquel mismo día en Toledo ante la puerta de la prisión de su padre, y que allí descabalgase, y encontrando a su padre en un corral, le tomase por la mano, y haciendo como que quería hablar con él, lo fuese llevando hasta la puerta donde estaba el caballo, y en llegando allí montasen entrambos, y antes de la noche estarían en su tierra. Y así fue>>.

 


7 Según José Miguel de Barandiaran: <<Hay un genio (de sexo femenino, como la mayor parte de los que figuran en la mitología vasca) que ha logrado acaparar muchas funciones que han sido atribuidas a diversos seres míticos de otros países. Es considerado como el jefe de los demás genios. Entre los componentes de sus nombres actuales, el más antiguo parece ser MARI. Este vocablo, que en algunas partes del país significa señora y que en este sentido se aplica al parecer al personaje mítico de que hablamos, va acompañado del nombre de la montaña o caverna donde, según las creencias de cada pueblo, suele aparecer el genio>>. En Mitología vasca, Larrun/Txertoa, Bilbao 1982.

8 La frase la toma Greil Marcus (Rastros de carmín, Anagrama, Barcelona 1993, p. 212) del dadaísta Hugo Ball, señalando por boca de H. Lefebvre que se trata de una <<una aspiración al mito gnóstico>>.

9 Oteiza es quien mejor interpreta la potencialidad mágica del pequeño cromlech vasco como desocupación, hueco, vacío y 0. Con el cromlech «el hombre estrena una nueva relación con el universo, consigo mismo y con los demás. [...] El ser estético se libera de su peso, de la presión mortal (provisional) de su encierro. [...] El artista recibe por el cromlech su verdadero ser social. Se piensa a sí mismo. La angustia vertical que origina el arte se viene al suelo y el temor excesivo del hombre hacia fuera o hacia arriba se transforma en un reconocimiento horizontal en los demás. La inseguridad existencial concluye, concluye el arte, y la existencia con privilegios para la invención del artista ya no se justifica. Volvemos a vivir este momento excepcional con el arte contemporáneo. El lugar que tiene que dejar vacío el artista es el lugar de la nueva fe colectiva [...] El artista no se justifica cuando todo el arte nuevo está ya en la calle». ¿NO SUCEDE ESTO CON LAS RUPTURAS DADAISTAS, LOS SITUACIONISTAS Y LOS PUNKS? Y Oteiza nos seguirá diciendo que: «Hoy la tarea, en este trayecto, no es estética sino vital. [...] Es una forma de orientarnos en la recuperación de la capacidad de diálogo que hemos perdido con nuestro ser tradicional. Cada rasgo o hábito que recuperemos en nuestra conciencia representa sicológicamente un restablecimiento de nuestro estilo íntimo, que en el mundo de hoy equivale a recuperar la fe en el hombre y que para nosotros es recuperar nuestra fe en el hombre vasco, en nuestro pueblo». Oteiza, Quosque Tandem...!, 5ª edición, Pamiela, en el Indice Epigonal, Prehistoria vocabulario.

10 <<Del Tao nace el Uno; del Uno nace el Dos; del Dos nace el Tres; del Tres nacen los diez mil seres. Los diez mil seres llevan en las espaldas el Yin (la oscuridad) y en los brazos el Yan (la luz). Así el vapor (la materia) del vacío queda armonizada>>. Lao Tse, Tao Te Ching, Orbis, Barcelona 1983, p. 39. Lao Tse lo mismo que Pitágoras suponen, además de la Unidad Suprema que es el Tao en su reposo trascendente, otra Unidad que es la unidad que hace el par y la multitud. Lo mismo debió encontrar Antonin Artaud entre los taraumaras cuando describe el ritual Ciguri y los pasos de la danza del hombre y la mujer: «...por la forma como se situaban uno frente al otro, por la forma, sobre todo, como ocupaban el espacio, como si estuviesen situados en los bolsillos del vacío y en los cortes del infinito, se comprendía que ya no eran un hombre y una mujer los que allí estaban, sino dos principios...»; y sigue describiendo más adelante cómo a la «octava vez miraron al sacerdote, que tomó entonces posición con aire de dominación y de amenaza en el extremo del Sancta Sanctorum, donde las cosas están en contacto con el Norte. Y con su bastón dibujó en el aire un gran 8. Pero el grito que lanzó en aquel mismo momento era como para revolucionar el parto de horrores fúnebres del muerto negro por su antiguo pecado, como dice el antiguo poema enterrado de los mayas del Yucatán; y no recuerdo haber oído en mi vida algo que indicase de forma más resonante y manifiesta hasta qué profundidades desciende la voluntad humana a provocar su innato conocimiento de la noche. Y me pareció volver a ver en el Infinito, y como en sueños, la materia con que Dios ha insuflado la vida. Aquel grito del Sacerdote estaba hecho como para sostener la trayectoria del bastón en el aire. Al gritar de aquella forma, el Sacerdote se desplazó y dibujó con todo su cuerpo en el aire y con sus pies en la tierra la forma de un mismo ocho, hasta que lo hubo encerrado del lado del sur» (A. Artaud, Los Taraumara, Barral Editores, 3ª ed., Barcelona 1977, pp. 20-22). De lo mismo nos hablará Katherine Neville, en su novela El ocho(Ediciones B, Barcelona 1994, pp. 436-439), cuando aborda los temas de los números de Fibonacci, Pitágoras y la música y el ajedrez de Montglane que del 8 derivan en espiral por el juego del infinito. Muy relacionado con lo hasta aquí citado, es el análisis de Txepetx, J. Mª Sánchez Carrión, en La realidad y la ley (Imprecor nº 81, Madrid, 1991), donde distingue tres leyes naturales: La de integridad, la de causa-efecto y la de la armonía; y sus representaciones éticas, ecológicas, sociolingüísticas y de física cuántica; así como los movimientos en espiral que van del al 0 (inconsciencia) y del 0 al (conciencia). Un sentido similar es expresado por Fritjof Capra (El Tao de la Física, Luis Cárcamo, Madrid 1987, p. 17) cuando afirma que: <<...la relación entre física y el misticismo no es sólo muy interesante sino también importante en extremo. Demuestra que los resultados de la física moderna han abierto por completo dos caminos muy diferentes a seguir por los científicos. Pueden conducirnos, por ponerlo en términos extremos, a Buda o a la Bomba, y corresponde a cada científico decidir qué camino tomar. A mí me parece que en una época en la que casi la mitad de nuestros científicos e ingenieros trabajan para lo militar, malgastando un enorme potencial de ingenio humano y creatividad en descubrir medios cada vez más sofisticados de destrucción total, el camino de Buda, el <<camino del corazón>>, nunca puede ser enfatizado excesivamete>>.

11 Después de repasar diferentes hipótesis sobre el mito de los gentiles, J. Mª Satrústegui (Mitos y creencias, Larrun/Txertoa, San Sebastián 1982, p. 151) afirma que: <<El mito significa la sublimación del holocausto. Es el último capítulo de un estilo de vida y el sometimiento definitivo de la población a una nueva religión>> .

12 La palabra Potlatch es interesante rastrearla (además de en Mauss y Bataille) desde los "situs", Internacional Situacionista; y en especial en Greil Marcus, op. cit., 1993. Aquí, esta palabra es un homenaje a quien nunca se autoreivindicaría: Guy Debord, desaparecido recientemente en combate. Debord señala que la Potlatch era un regalo, una oferta de <<bienes no a la venta>> (G. Marcus, op. cit., 1993, p. 416). También dice que ahora, en las sociedades escaparate, <<lo verdadero es un momento de lo falso>> (La sociedad del espectáculo, Castellote, Madrid 1976). Nos hallamos ante una afirmación perpetua, ante la <<voluntad de poder>> en la virtud de su no deseo, en la Potlatch de la palabra dada, del don, en el auzolan (en el sentido productivo del don que la comunidad da a los sujetos que la conforman y viceversa, una práctica social, de origen inmemorial, que todavía persiste en algunos lugares de la geografía vasca) como interacción productiva del devenir activo de lo múltiple, del uno autovalorizado en sus distintas posibilidades. Para rastrear el rico concepto de Potlatch, del don, remitimos entre otros autores a: Marcel Mauss, Sociología y antropología, Tecnos, Madrid, 1991. Georges Bataille, La parte maldita, Icaria, Barcelona, 1987. Jean Duvignaud, El sacrificio inútil, F.C.E., México 1979. Raoul Vaneigem, Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones, Anagrama, Barcelona, 1988. Gilles Deleuze, Nietzsche y la filosofía, Anagrama, Barcelona, 1971, pp. 273-275.

13 R. Mª de Azkue, op. cit., vol. I, 1969, p. 54.Según este autor <<Ar-emeak>> sería: macho y hembra, corchetes o bisagra (op. cit., 1969, p. 54.); tomando en nuestra interpretación la forma de unidad de contrarios.

14 Mari: Auñamendi, Encicopedia General Ilustrada del País Vasco, vol. XXVI, San Sebastián 1989, p. 420. Emeterio Sorazu, Antropología y religión en el pueblo vasco, Caja Ahorros Provincial Guipuzcoa, Usurbil 1979, p. 289.

15 La referencia de Osés (Andrés Ortiz-Osés, De mitología vasca y japonesa, Revista Archipiélago nº 23, Madrid, invierno 1995, p. 104) no deja de ser sintética, de un pactismo rayano con la apología entreguista y de acoplamiento intelectual a la organicidad (en sentido durkheimniano) imperial por intermediación de la jurisdicción local (poder autonómico). Es cierto que hay una solución sincrética, pero desde dónde ¿desde la multiplicidad que informa y conforma un estilo (en este caso el vasco) o desde el estilo de lo particular diluído en la multiplicidad formal de universos espacio/temporales (fenonoménicos)... SEPARADOS (descontextualizados, sujetos a la visión de un perpetuo presente), perdidos en sus apariencias (folklóricas)?. La cuestión que plantea Osés sobre la Razón (mayúscula) política como Autoridad (mayúscula) democrática, de reconciliación con el arquetipo del PA(PA)triarca, no tiene desperdicio. El problema de los vascos no es crear un estado, como parece entender este autor, sino destruir los estados que impiden su libre expresión. Parafraseando a Sartre: <<Hay un pueblo vasco allá donde sólo hay masas francesas>>. ¿Homogeneidad o diversidad? Puede que la respuesta esté inscrita en las variantes existentes entre distintos códigos de información, entre combinatorias diferentes de una misma esencia energético/material. El problema de Osés es haberse perdido (haber extraviado el hilo -ARI) en el LABERINTO VASCO, haber escuchado los cantos de las sirenas mutantes del IMPERIO de las profundidades y confundir el equilibrio (reequilibrio constante y móvil de la esencialidad unitaria -energética y material) con la apariencia de orden surgido del caos (multiplicidad) de sus formas fenoménicas.

16 MARI, en Auñamendi, op. cit., vol. XXVI, 1989, p. 418. Se hace referencia a esta leyenda recogida en el Livro dos Linhagens de Pedro de Barcellos.

17 F. Ferracuti, J, Léauté, P. Hanke, H.J. Horchen y C. Rose, Comisión Internacional sobre la Violencia en el País Vasco, Sección III: <<Contener el terrorismo vasco>>, DEIA 5 de Abril de 1986.

18 En el sentido utilizado por Balandier de sociedades que <<...establecen entre lo real y ellas mismas una relación de equivalencia, su orden y el orden general del mundo son inseparables; se constituyen situándose por comunicaciones y correspondencias múltiples con éste, no se separan de él en el deseo de servirlo mejor. En este sentido, sus teorías del mundo, el hombre y lo social son globales, unificadoras>>. Georges Balandier, EL DESORDEN: La Teoría del Caos y las Ciencias Sociales. Elogio de la fecundidad del movimiento, Gedisa, Barcelona 1989, p. 144.

19 El concepto de holograma como representación del universo está sacado de P. K. Dick (Sivainvi, op. cit., 1988, p. 268). <<Apolonio de Tiana, cuando escribe de Hermes Trimesgisto dice: Tanto es arriba como abajo. Con lo cual quiere expresar que nuestro universo es un holograma, pero no poseía el término>>.Cuestión también aludida por A. Artaud: (A. Artaud, Heliogábalo o el anarquista coronado, Fundamentos, Madrid 1972, p. 83). O dicho a la manera de Spinoza: <<todo cuanto existe expresa de cierta y determinada manera la potencia de Dios>>. (Baruch de Espinosa, Etica demostrada según el orden geométrico, Orbis, Barcelona 1984, p. 86).

20 Auñamendi, op. cit., vol. XXVI, 1989, p. 419-420. Esta capacidad de traspasar los condicionantes espaciotemporales, de moverse entre dimensiones paralelas, entre los mundos fenoménicos que cubren de apariencias el espacio donde se asienta la eternidad (unidad) del tiempo, es una de las constantes que se dan entre los gnósticos, los alquimistas, los herméticos, en los distintos cultos heréticos, animistas (primitivos), brujeriles y en las rupturas dadaístas y situacionistas. Parsifal, el caballero de la Tabla Redonda que busca el Grial, es representado en la ópera de Wagner (inspirada en el Parzival de W. de Eschenbach) diciendo: PARSIFAL: -Sólo me trasladé un poco y, sin embargo, parezco haberme alejado mucho. A lo que responde GURNEMANZ: - Ya ves, hijo mío, aquí el tiempo se convierte en espacio. Ante lo que Dick (Sivainvi, op. cit., 1988, p. 50) comentará que: <<No hay camino que permita abandonar el laberinto. El laberinto se muda a medida que se anda por él, pues tiene vida>>. Este es el conocimiento del laberinto, el saber que se está en él y que está sujeto a los cambios (apariencias) que en él imprime el tiempo. Un trastrueque engañoso de formas que William Shakespeare conoce perfectamente y pone en boca de las brujas: <<-Lo bello es feo y feo lo que es bello; la niebla, el aire impuro atravesemos>> ; y en las palabras de Hécate la suprema hechicera: «- ¡Negros espíritus y blancos, rojos espíritus y grises, liad, liadlo todo vosotros que entendéis! Titty, Tiffin, mantenedla caliente; Firedrake, Puckey, dadle gusto. Liard, Robin, llevadla a ebullición. ¡Y luego meneadla en todos los sentidos! Echad dentro lo malo, dejad fuera lo bueno»; (Macbeth, Orbis, Barcelona 1983, pp. 48-168 y 169). Una ilusión fenoménica ante la cual Debord manifestará que: <<Este es nuestro programa, que es esencialmente transitorio. Nuestras situaciones serán efímeras, sin futuro: pasadizos>> (Marcus, op. cit., 1993, p. 196-197). Algo que no es otra cosa que la afirmación que se plasma en el ser sujetos de la propia historia, en el no estar condicionados por las barreras sociales y las ilusiones construidas en el espacio, en el ser los propios artífices de nuestras situaciones y en el conocer la estancia del laberinto para modificarlo a nuestro antojo; en definitiva, <<la parte de la creatividad vence siempre a la parte repetitiva>> (Guy Debord, <<Perspectivas conscientes de la vida cotidiana>>, en La creación abierta y sus enemigos: Textos situacionistas sobre arte y urbanismo, La Piqueta, Madrid 1977, p. 217).