Inicio > Artículos > 2004 > Tsi-Na-Pah (2004-07-29)
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Jakue Pascual - Sociólogo

Tsi-Na-Pah

El crótalo escruta el desierto con ojos sin fondo. El cascabel anuncia peligro. Los mustangs surgen como fantasmas de entre una nube de polvo. Navajos que cazan una diligencia.

La historia de Mike Steve Donovan -creada por Charlier y Moebius- da vida a un joven sureño que, desheredado por antiesclavista, adopta el alias de una fruta silvestre y se enrola entre los panzas azules.

Blueberry comienza su andadura de antihéroe en Fort Navajo. Resuenan ecos de Dien Bien Fu, cuando el campamento yankee es asediado por los mezcaleros. Mike se parece a Thomas Jefford, que firma un tratado con Cochise. El cómic evoca Fort Apache y Flecha rota. En un paréntesis como marshal se rememora Solo ante el peligro y se oculta en el Far West a los disidentes. Blueberry se adentra en Wyoming para avanzar una tregua con los sioux. Una paz que siempre es quebrada por la corrupción de las agencias federales, la ausencia de escrúpulos militares y el interés de compañías ferroviarias.

En los setenta, el indio bueno ya no es el muerto de Sheridan. Los ataques a poblados vietnamitas recuerdan en Soldado azul a las masacres de indígenas americanos y se inicia la búsqueda del otro en la naturaleza de su comunidad (Un hombre llamado caballo). Blueberry cabalga por los Montes de la Superstición buscando El Oro de MacKenna. Ya no hay épica en el western. Es la hora del spaghetti, donde los personajes son sucios y venden el alma Por un puñado de dólares. Una atmósfera que impregna la saga de Chihuahua Pearl con guiños a Peckinpah y a la novela negra. Para Mike las únicas medallas posibles tienen forma de moneda (para el westernpunk, Straight to hell, también). Ya en los ochenta, el cínico teniente tiene un pie fuera del ejército, sólo falta que los apaches le donen un nombre, Nariz Rota (Tsi-Na-Pah), cuando Vittorio huya de los cuchillos largos. El mister abandona el uniforme y narra las correrías de Goyahkla, mientras surgen los psicópatas del infierno posmoderno y se gesta el último duelo por el control de la frontera.

Me sugieren que vea la película Blueberry. Allí, Kouen circula por un paisaje alucinógeno. Conjuga el universo chamánico con la ficción psicodélica de Moebius, que en El Incal cuenta con un surreal guión de Jodorowsky, autor de El Topo. Un extraño western apreciado por Castaneda. Llegados a este punto la pregunta no es si el film es bueno o fiel al cómic, sino si resulta posible una simbiosis contracultural entre el conocimiento ancestral y la tecnología digital. Las posibilidades que se abren nos sitúan ante la disyuntiva de permanecer despiertos en el interior del sueño o de extraviarnos en él para siempre.

 

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