Jakue Pascual - Sociólogo
Fantasmas en la red
Llama un amigo. -¿Sabes qué? En un gaztetxe del Goierri han encontrado una mochila llena de dinero. Pertenecía a una persona de rasgos árabes que, agradecida por recuperarla, ha efectuado una advertencia sobre la inconveniencia de beber refrescos de cola. -¡Vaya!, ha llegado la leyenda urbana del envenenamiento. Circula desde lo de las Torres Gemelas. -Parece que el imaginario colectivo la ha actualizado tras lo de Madrid y toma tintes locales.
La red es un espacio vacío, abierto horizontalmente a mitos, rumores, alias, equívocos, chismes y trascendidos que -como apunta Sasturain en Internet Surf- se constituyen en series indicativas de trayectos de socialidad. Un espejo lleno de leyendas urbanas pavorosas (Verónica, la curva de la muerte o Candyman) cuyo rastro paranoide se pierde en los orígenes del folklore. Donde proliferan hoax& susurrados como mensajes de alerta que, transmitidos por e-mail, contaminan la opinión de la red. Así, proliferan avisos sobre la aparición de enfermedades desconocidas, virus informáticos mortales, tunos bancarios, explosiones de gasolineras provocadas por celulares, campañas solidarias, robos de riñones, calcomanías impregnadas de LSD, conspiraciones malignas y gatos bonsái que tienen el denominador común de ser inexistentes.
La infoguerra es la continuación de la política por otros medios. Un campo de batalla para corporaciones, aparatos de estado y guerrillas de la comunicación, donde las reglas se estructuran en torno a la desinformación y a la construcción de mitos. Así, se difunde por Internet un brutal artículo contra Almodóvar, atribuido a un beligerante columnista de la derecha. Se pasa un manifiesto, 'Gran Vía', que acusa de tendenciosidad a una conocida radio. La noticia del suicida de Atocha salta a antena, no se sabe si la emisora fue infectada por fuentes antiterroristas o si inventó los hechos. Se afirma que el Gobierno ha efectuado una maniobra golpista electoral que ha sido frenada por la intervención del monarca, aunque ésta haya sido virtual. Además de aparecer listas de los activistas más buscados con un sello oficial ficticio de la Comisaría General de Información.
Imaginemos que la firma de este artículo fuera la de un nombre múltiple, que cualquiera pudiera usar, creado a su vez por una no identidad, por un condividuo como Luther Blissett, diseñado él mismo por un difuso Marcos que dice que es todos los que afirman ser él, como el General Ludd, el destructor de máquinas. Por eso, en la sociedad del espectáculo, la oportunidad de lo verdadero, como momento de lo falso, reside en aprehenderlo experimentalmente como un instante concreto.