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Jakue Pascual - Sociólogo

Propaganda

Un panfleto sónico martillea el yunque del oído. Rudas palabras, vivas de sentimiento, afloran en «Minoría absoluta», en un rap de BKC. Canciones capaces de destilar poesía desde el duro cristal de la propaganda social. Manifiestos que traspasan la simple rima y se clavan en el alma como una daga. Temas como «Infernuko atean», «Clandestino» o las coplas de Matalaz, que hablan de insurrecciones y alienaciones, de fugas de la miseria, de pesadas losas existenciales y de la dignidad que conlleva para un ser humano el levantarse y derrocar a un tirano. No hay otra poesía para los desechos sociales con los que Farstfall quería construir su hueste, para aquéllos que según Gracián sólo cuentan con la democracia del tiempo, ésa que, al final a todos iguala.

Hace unos días, en los prolegómenos del 68, el situacionista Mustapha Khayati decía algo que hoy se sabe si se quiere: la trivialidad de las informaciones trabaja en el sentido de la reproducción de la organización dominante de la vida. Y es que el poder opera cuantitativamente, por saturación, anulando en el espacio toda expresión que no sea la suya. Por eso, intervenir en este plano está abocado a la derrota debido, fundamentalmente, a la desproporción existente entre sus medios de difusión y los nuestros.

Las denominaciones propuestas por otros no son meros juegos de palabras, sino que formulan defunciones de situación que trabajan en la imposición de un sentido. Es muy distinto que alguien titule a estos territorios de autonomías, regiones, provincias traidoras o, simplemente, afirme que aquí se está en España o Francia; o que -por el contrario- se comunique que Euskal Herria, en plena globalización, no ha superado su estatus de colonia de un reino chusquero siervo de otro imperio mayor. Así que, cuando las palabras están cautivas, procedemos por desvío a liberarlas. Y la comuna vasca, Euskal Herria, se contrae hasta la raíz en Euskadi al alba de la modernidad sintética, para jugar con la mano en la zuberotarra Eskual Herria, con la tecnología que -como advirtiera el poeta Aresti- ya poseían los seres humanos de este territorio de Eskual Harriak desde tiempos inmemoriales. Palabras para un singular pueblo, plural por definición, llamado Euskal Herriak -a modo del revolucionario Xaho (Euskal Errepublikak)- en las vertiginosas noches del punk vasco (Anarkherria).

El juego que proponen los bertsolaris a través del tiempo es el de la caza del verbo, la aproximación a la expresión liberada, nomadeando por el contexto con potentes palabras, cuyas asociaciones son experimentadas como poesía.

 

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