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Jakue Pascual - Sociólogo

Laberinto dinámico

Si no hay un dónde, todo puede estar a la vez en el mismo sitio o en ninguna parte. Tendiendo hacia el absoluto las posibilidades de ubicación de una materialidad etérea que está y no está simultáneamente. Este es el problema filosófico que plantea el cierre de las sedes de Batasuna; de ahí que la conclusión operativa del mando sólo pueda presentarse en términos de tendencia totalitaria, en la búsqueda de un punto final para la historia, como factor de desconexión irreversible.

La inexistencia de lugares evidencia una nueva paradoja para las estructuras transgresivas. Cada unidad que las compone -múltiple por definición de relación entre e intra complejos-, al desterritorializarse, dibuja distintas lineas de fuga que tienden en su deriva a realizar conexiones en ubicaciones difusas; desde los contactos esporádicos a las concentraciones de masas, mostrando así la emergencia de las singularidades creativas, potentes, productoras de los grupos, plataformas y movimientos específicos que señalan una dinámica constituyente. Una hipótesis de proceso que se proyecta desde distintos focos históricos, a modo de holograma, sobre la textura de las relaciones sociales. Una posibilidad constructiva que no debe perder la perspectiva de enmarcarse en un instante en el que la política urbana del mando concluye el espacio y declara la excepción de la ley, procediendo a la confiscación de la propiedad, fundamento del sistema de relaciones privadas que afirma representar como Estado. El problema es el espacio tridimensional cerrado, el ejecutivo que se revela en negativo sobre planos legislativos y judiciales arbitrariamente instrumentalizados por la forma social externa que establece el lobby político. De ahí que el método antagonista vasco nos remita a la plasticidad de un movimiento cuya polisemia de sentidos se articula en torno al factor de conexión reversible, a la bisagra entre tiempos, al pasadizo cuya cartografía está punteada por nudos y acontecimientos.

«Ez dok hamahiru, ba dok hamahiru». Más allá de la dialéctica está el otro método que poseemos, la magia, la apariencia fantasma implícita en la propia negación de quien nos niega. El fuego revela que no hay trece y el humo recuerda que la propia eliminación totalitaria lleva consigo la posibilidad de que en algún lugar exista ese número maldito. Este es el problema moral que plantea la ilegalización de Batasuna, el de la renovación del cálculo inquisitorial. Han pasado quinientos años y esto huele a una nueva Edad Media Espectacular.

 

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